El largo metraje documental de Isabelle Solas, Nuestros cuerpos son sus campos de batalla, os propone una inmersión dentro de una cruda realidad : la de un colectivo trans en Buenos Aires y de su combate para exigir otro orden del mundo.

Claudia, Violeta y sus companerxs se dicen travestis, optando por este término en lugar de transgénero, por lo que éste conlleva de disidente, de ambiguo. Ellxs viven en Argentina, el primer país del mundo en distinguir el género del sexo : la Ley de Identidad de Género, promulgada en 2012, concede a cada persona el derecho a elegir el género que aparecerá en sus documentos de identidad, independientemente de su sexo biológico.

A pesar del carácter revolucionario de esta ley, la sociedad argentina sigue siendo muy conservadora y los cuerpos desobedientes de las personas trans están sacrificados por la violencia patriarcal. La comunidad padece discriminaciones constantes, viviendo bajo una amenaza permanente y haciendo la cuenta de sus muertos, cada vez más numerosos.

A través de la película, los protagonistas reivindican su presencia en los espacios que les marginalizan, proponiendo vías alternativas a la norma establecida.

La película trata de otras formas de ocupar su cuerpo, de vivenciar un vínculo amoroso, de pensar una acción colectiva. Se propone compartir el tiempo junto a los protagonistas, cuestionando con ellxs la diferencia de los sexos como origen de nuestras sociedades, como también algún orden del mundo, éste de los penetradores y de los penetrados, de los dominadores y de los dominados.

En el medio de esta comunidad en duelo y a través de las trayectorias individuales de lucha, la película edifica el retrato de un colectivo profundamente determinado. Obligado a vivir el presente mientras lucha apasionadamente para el futuro, el grupo crea nuevos modos de resistencia. Inspirándose de la forma muy singular en la que teje vínculos entre lo político y el deseo íntimo, el colectivo vuelve constantemente a dibujar nuestras formas de intercambiar entre todxs.

La película nace de unas idas y vueltas entre las trayectorias paralelas y complementarias de dos mujeres transexuales, Violeta y Claudia, que se convierten poco a poco en figuras de la comunidad trans y travesti.

Violeta tiene 38 años y vive en la periferia de Buenos Aires, en la casa de su infancia. Empieza a desarrollarse y asumirse como travesti desde su adolescencia, sin tener que sufrir un rechazo familiar.

Luego de sus estudios exitosos en antropología, Violeta emprende un camino activista, considerando que la reflexión política nace en el área de la intimidad. En el día de hoy, Violeta da clases en la universidad y trabaja en una oficina de ayudas sociales por cuenta del Estado.

Violeta escribe, enseña, participa de conferencias para encontrar su lugar en el mundo, para vivir y amarse tal como es. Este mundo, Violeta lo desestabiliza con dulzura, a través del impacto de su pensamiento y de su libertad.

Claudia tiene 43 años. Vive en La Plata, a una hora de la capital. Cuando tenía 20 años, Claudia dejó su país, el Perú, para ir a estudiar Periodismo en Argentina.

Cuando decide crear la asociación Otrans, Claudia elije obrar para las chicas de la calle, quienes se prostituyen y mueren bajo los golpes de sus amantes o de la policía. Claudia es una militante activa en el partido peronista de Cristina Kirchner, la ex presidente de la nación en el origen del voto de la Ley de Identidad de Género. Paralelamente a su compromiso político, Claudia trabaja como profesora en comunicación.

Se involucró sin pensarlo en la vida pública, animada por una mezcla de rabia y de entusiasmo. Claudia es una guerrera muy activa, que interviene cada vez más en las manifestaciones internacionales. Mientras sigue protegiendo a sus companerxs sin dudarlo, Claudia está por convertirse en una mujer políticamente influyente.

Hace unos meses, un hombre entró a su casa con la intención de terminar con su vida.

Mientras la muerte ronda la comunidad, frente al miedo que siente Violeta, Claudia considera que el miedo es para lxs débiles. Ambas tienen dos caracteres muy distintos, aunque conyuguen en un deseo de transformar el mundo.

Violeta y Claudia nos llevarán a conocer a otros personajes, con quienes entretienen relaciones casi filiales. Así descubriremos a un grupo significativo, constituido por prostitutas trans con rasgos indígenas, por intelectuales quienes inspiran a las filósofas europeas, y por artistas. Todxs ellxs componen la diversidad de un movimiento de lucha que se maneja sobreviviendo y desafiando la normalidad.

Este proyecto acompaña a Isabelle Solas desde el año 2013. Ese año, en el momento en que el Mariage pour Tous había generado una profunda división en la sociedad francesa, Isabelle toma consciencia de que, en otro polo del planeta, un Estado recién había promulgado una ley mucho más progresista en el área.

Las preocupaciones feministas que animan la directora se cruzan con las que formula la comunidad trans y travesti, quien se compromete en una lucha en contra de la dominación masculina. En aquel momento, se confirma en la mente de Isabelle Solas la idea de una alianza entre el cine y el compromiso político.

En el viaje de investigación que Isabelle realiza a Buenos Aires en 2015, la directora conoce a Lohana Berkins. Militante en el partido comunista, antiguamente prostituta convertida en autora, Lohana inspiraba a toda la comunidad trans y travesti de Argentina. Un tiempo después de la trágica y prematura muerte de Lohana, la idea de la película se convierte para Isabelle en una necesidad.

Argentina es un país inmenso cuyas realidades regionales son extremadamente diferentes. Aislada del mismo continente que compone, Argentina se construye una identidad singular de la que participaron y que adoptaron los que huyeron por necesidad, los que tuvieron que esconderse como volver a inventarse. La dictadura de Videla (1976-1983) contribuyó en borrar los mapas : algunos de los hijos de los desaparecidos fueron entregados a familias de militares, generando falsas filiaciones con el objetivo de borrar la historia. La dictadura militar, financiada por Estados Unidos y luego el extremo liberalismo de los años 90, llevó Argentina hacia una grave crisis económica que estalló en el año 2001. En el periodo posterior a esta crisis empezó a desarrollarse un tejido militante cuya lucha se enfocaba en los derechos de las minorías sexuales.

Nestor Kirchner, quien ocupaba el puesto de presidente después de dicha crisis, retomó ese tema iniciando nuevos avances en término de derechos humanos. Cristina Kirchner, quien era su mujer, le siguió como presidente, adoptando medidas fuertes en el área. En 2010, el matrimonio y la adopción están autorizados para las personas del mismo sexo. La medida más simbólica es la Ley de Identidad de Género, promulgada en 2012. Esta ley permite a quien quiera poder elegir su género, fuera de todo condicionamiento biológico. Alcanzada la mayoría de edad, cada individuo tiene entonces la posibilidad de elegir el género que aparecerá en sus documentos de identidad. Ninguna justificación será exigida, nadie intentará comprobar si existe alguna adecuación entre los órganos sexuales y el género declarado en los dichos documentos. Esta ley también compromete al Estado a cubrir los gastos generados por la cirugía y los tratamientos hormonales de aquellas personas quienes transitan de un género a otro, incluyendo una medida de discriminación positiva para las personas trans, concediéndoles un acceso facilitado a empleos en las instituciones públicas.

Cuando la figura extremadamente liberal de Mauricio Macri accede al poder en noviembre 2015, se cuestionan los derechos sociales recientemente adquiridos. El mismo año, luego del fallecimiento de Lohana Berkins, aparece un nuevo colectivo trans apoyado por otra figura fundadora transexual, Diana Sacayan.

Hoy en día, se encuentran similitudes aterradoras entre el contexto argentino y los de otros lugares del mundo. En Estados Unidos, a través de la Ley de la Identidad, Trump circunscribió a los individuos a su sexo biológico al nacer. En Brasil, Bolsonaro atacó de forma muy explícita y violenta la comunidad LGBT. En Francia, Vanessa Campos, una prostituta peruana trans, fue brutalmente asesinada por un comando de tres hombres en el Bois de Boulogne, en el verano pasado. Este terrible evento tuvo poca repercusión mediática.

Después de un período de esperanza, tanto la vida como los derechos de los LGBT están amenazados en el mundo entero.

La película se presentará bajo la forma de un largo metraje documental de 80 minutos de duración. La proximidad con los protagonistas ocupa el centro de las preocupaciones de la directora, quien desea rodar su película con un tratamiento cinematográfico ; la narración no será necesariamente lineal pero será cautivadora. El equipo de fabricación de la película concederá mucho cuidado tanto al sonido como a la imagen. Aunque no se busque negar la gravedad de su temática, la película se realizará acorde a lo que son sus personajes, ansiosos pero combativos, llenos de humor y de esperanza.

Isabelle Solas y su productor, David Hurst de Dublin Films, sueñan con difundir la película en las salas de cine, tanto en Francia como en otros lugares del mundo.